miércoles, 10 de febrero de 2010

Las Renuncias.

La renunciante Yubirí.

En mi carrera renuncié varias veces, al no estar de acuerdo con algo que mis superiores habían decidido. Lo que siempre hice, además de renunciar, fue decir por qué renunciaba. Puse las razones de mis renuncias por escrito, para que no hubiera dudas.
Hoy en día están renunciando los ministros de Hugo Chávez pero lo hacen en silencio. Se van calladitos, como si lo hicieran porque se ganaron la lotería y ya no necesitaran trabajar. Al no decir por qué renuncian están desperdiciando su gesto. Ello es así porque la renuncia es no solo una protesta individual sino un gesto didáctico. Se renuncia para que la organización o el país sepa que es lo que anduvo mál.
Se imaginan ustedes a Salvador Allende diciendo desde La Moneda que se iba a pegar un tiro porque Pinochet no le caía bien? O a Rómulo Gallegos renunciar a su presidencia porque quería dedicarse a escribir sus novelas? Estas dos personas, con sus razones correctas o no, renunciaron para mantener sus principios y así se lo hicieron saber a la gente. Por ello conservan el respeto de muchos de sus compatriotas.
Pero este señor Carrizales, nada menos que vicepresidente, ministro de la defensa y novio de la madrina Yubirí, renuncia callado y, de paso, obliga a la madrina a renunciar. Los dos se van sin hacer ruido y nadie sabe si es que el señor tenía cálculos en la vejiga y la señora tenía que operarse un juanete o, simplemente, que ambos se enfrentaron con una situación de corrupción o traición con la cual no estuvieron de acuerdo.
Al irse en silencio, Carrizales y Yubirí continúan su complicidad con este régimen podrido de Hugo Chávez. Es así porque el crimen que produjo su partida queda sin denuncia. Son cómplices y creen equivocadamente que su renuncia los va a limpiar de culpa, les va a quitar la suciedad del alma que acompaña a los indignos, a quienes no cumplen con su deber ciudadano con el pueblo.
Lo mismo debe decirse de la renuncia del Ministro de Salud, un tal Sr. Rotondaro. Ya se barajan los nombres de sus reemplazos posibles. La partida de Rotondaro es simplemente un episodio gris más, la ausencia de un pobre diablo hoy y su reemplazo por otro pobre diablo mañana.
Lo que si representan estas renuncias, más allá de la mediocridad de los renunciantes es la desintegración del régimen. Esta “revolución” no tiene vida. Nadie la quiere defender, excepto aquellos quienes temen ir a la cárcel al carecer de la protección del déspota. A pesar del dinero que entrega a manos llenas, el gran payaso de Barinas se está quedando solo, apenas rodeado de la fauna que no puede abandonarlo porque están demasiado empantanados: Maduro, Chacón, Rangel, Vivas, Flores, Bernal, Escarrá el malo, Chaderton, Ron, Varela, Toro el malo, Tarek, isaías, Jorge, Alí, Clodosbaldo, las mujercitas del tribunal supremo, de la fiscalía y de la defensoria. No son más de unos cincuenta o sesenta malandros y malandras quienes irán a la cárcel con Chávez.

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