lunes, 23 de agosto de 2010

Maxiel viaja en Metro.

Voy apretadito en el Metro, de Petare para el centro. Todos los días me parece que entra más gente pero no ponen más vagones. Basta con verle la cara al jefe de esto, un tal Matute, para saber donde está el problema.
Apretadito en el vagón voy siempre pensando en lo mismo. Me llamo Maxiel Argimiro y tengo 23 años. No voté por el comandante en 1998 porque tenía apenas once años. Ni siquiera recuerdo lo de la campaña que llevó a mi comandante a la presidencia porque estaba en tercer grado de escuela primaria en el colegio del dulce nombre. Menos aún recuerdo lo del golpe de 1992, ya que en ese momento apenas tenía cinco años y mi mamá me llevaba al mercado libre de Petare, donde me ponía a pedir limosna. Ahora si voto y en cinco sitios de la capital..
Me fuí del colegio y no volví porque ya era grande para estar en tercer grado y los más pequeños se burlaban de mi. Tuve que darle duro a uno de ellos y me mandaron para la casa y no regresé. La verdad es que no escribo muy bien, apenas firmo y hago algunos garabatos que me enseñaron en la Misión Robinson. En esa misión también me enseñaron el camino de la revolución, el que sigo hoy con empeño.
Soy chavista porque toda mi vida me habían ninguneado, porque no conocí a mi padre, porque mi mamá me ponía a pedir limosnas desde chiquito. Ahora el comandante habla conmigo y me dice que yo debería tener más dinero, pero los ricos y los blancos me lo han quitado. El me ha dicho que me lo va a dar completo, tan pronto se lo quite a los ricos explotadores como el que llaman Merjerane.
El comandante me defiende de esos enemigos, no me deja pasar hambre. Aunque no tengo un trabajo fijo, recibo ayudas de la revolución que me permiten vivir dia a dia, aliviado. No como cuando era pequeño, cuando mi mamá me obligaba a pedir limosna para comer. Ahora no pido limosna en Petare sino que el comandante me da lo que necesito para comer y para curarme de mis dolores, cuando los tengo. Por eso me gusta la revolución, porque no me da limosnas sino lo que es mío por derecho. Ahora se que alguién se está ocupando de mí. Veo al comandante Chávez como el padre generoso que nunca conocí.
Soy miliciano. Me han dado un sombrero de cogollo, un uniforme y cada vez que voy a entrenarme o a desfilar me dan un fusil descargado, aunque un día me pusieron a echar tiros en Caucagua. Todavía no me lo puedo llevar para la casa. No me hace falta porque tengo una pistola Beretta PX4 que me conseguí a través de amigos de la alcaldía, cuando estaba allí Rangel Avalos. Ando con ella para todas partes y con la Beretta y la boína roja me siento guapo y apoyao.
El comandante nos ha puesto en alerta porque la invasión de los gringos vendrá pronto. Antes de la invasión, nos dice nuestro entrenador cubano, habrá un período de ablandamiento en contra de la revolución. Nos acusarán de dejar podrir la comida de MERCAL, de no controlar la seguridad en las calles, de quebrar a la CVG y a PDVSA. Nos acusarán de mucha corrupción. Nos acusarán de haber dejado colapsar al sistema eléctrico. Pero Alí nos dice que eso es mentira y el Dr. Ramírez anuncia que PDVSA está mejor que antes. Estamos más fuertes que nunca en Guayana, desde que el comandante le dió a los trabajadores el manejo de la CVG.
La foto de los muertos no es de de verdad, nos dice Gabriela, nuestra defensora , sino lo que llaman una fotochop.
Como no voy a creer si la revolución me da de comer, me da transporte, me da dinero para gastar, un uniforme y un fusil? Creo en el comandante porque me da lo que nadie me había dado nunca, porque habla el lenguaje de los pobres, contra los ricos y nos dice que nuestro momento llegó.
El comandante me ha dicho que la razón de mi pobreza es el abuso que han cometido los ricos con los pata en el suelo.
Creo en la revolución porque quiero creer, no importa lo que digan los escuálidos. Ellos tratan de confundirnos con mentiras y exageraciones pero yo solo escucho lo que me dice el comandante. Nada me hará dejar de creer en él. Si no creyera en el comandante me mandaría a matar porque, entonces, pá donde voy a coger? Si el comandante no estuviera en el poder yo tendría que buscar trabajo y la verdad es que no se hacer un coño. Y no sé hacer un coño porque no tuve padre, mi mamá me obligaba a pedir limosna y nadie me ha enseñado nada nunca. El comandante me trata con cariño y me da lo que necesito sin tener que andar buscando trabajo. De vez en cuando le quito un dinerito a algun viejo en una calle oscura, ayudado por mi Beretta Los viejos se chorrean todo y entregan el dinero rapidito. Por eso no tengo que matar ni creo que lo haré nunca, a menos que sea a un gringo invasor o a un escuálido lleno de odio. Porque el comandante nos ha dicho que si las cosas se ponen feas de verdad, entonces habrá que defender la revolución a como de lugar, como el lo hizo cuando se alzó.
No pienso en el futuro. Me contento con vivir el hoy, con la barriga llena, dinero para las cervecitas y mi comandante en el poder. La revolución va resolviendo…..
Carajo, ya estamos llegando a Capitolio. Déjame ver como hago para salir de este amuñuñamiento. Voy a llegar tarde a la repartición de papas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

una realidad que parece un chiste.