sábado, 28 de agosto de 2010

Walter Arp Rara Avis.

El último lienzo de Walter Arp: San Esteban, visto por Humboldt.

Acabo de recibir, enviado por mi querido primo valenciano Robert Thornhill, un volumen excepcional llamado “Walter Arp Rara Avis”. Título afortunado que recoge la esencia de lo que fue este extraordinario venezolano, este artista maravilloso que nació y vivió integrado firmemente a la naturaleza, de quien fue fiel intérprete y amante.
El libro es una prodigiosa edición de arte y de buen gusto, lleno de las exquisitas pinturas de Walter, con textos de Eugenio Montejo, Sergio Antillano, Natalia Diaz, Arnaldo Rojas, Milagros Maldonado y el gran naturalista que fue Gonzalo Medina.. La edición fue posible debido a la generosidad de La Previsora, NotiTarde y de la gobernación del Estado Carabobo.
Me causó gran placer que el libro me fuera dedicado por Henrique Fernando Salas, el gobernador de Carabobo y mi jefe durante cuatro años en la gobernación de Carabobo durante el período 1999-2002, años en los cuales disfruté, como vecino de Carabobo, de las virtudes de una administración eficiente.
El libro es una obra de arte y es también un documento histórico de primera calidad sobre la maravillosa Valencia de hace casi 70 años, cuando Walter hacía sus primeros estudios y mostraba sus inclinaciones artísticas como intéprete de la naturaleza.
Cuando conoci a Walter Arp él tendría unos 12-14 años y yo unos 10. Fue en el jardin de la casa de la Hacienda “El Trigal” de mi tia o prima, no recuerdo bien, Isabél Coronel, Viuda del Dr. Peña Pérez. La casa estaba en Camoruco y la hacienda cubría mucho de lo que es hoy la urbanización El Trigal. Andaba Walter todavía de pantalones cortos, cuando lo ví entre las matas de hicacos del jardín, persiguiendo infructuosamente a una lagartija para estudiarla.
Estaba yo de vacaciones, desde Los Teques y para mí Valencia era una gran urbe. Con mi padre salía de Los Teques en el motriz, un par de vagones amarillos autopropulsados, con maravillosos asientos de mimbre, algo muy parecido, pensaba yo, a lo que utilizaba Hans Castorp, el protagonista de “La Montaña Mágica” , para ir de la llanura a Davos Platz a visitar a su primo Joachim. Solo que yo iba de Los Teques a la llanura.
Dejé de ver a los valencianos por algún tiempo pero supe que Walter se había casado con la bellísima Elena Blaubach. Mis primas Marucha y Cecilia Peña Coronel me mantenían al tanto de lo que pasaba en aquella sociedad valenciana, tan llena de bellas mujeres, tan compleja, tan maravillosa.
Fui muchas veces a Valencia a visitarlos, a Walter y Elena, a las Peña de mi total afecto. Marucha dió a luz a Robert, mi querido primo, a quien ví nacer y crecer. Cecilia murió. Luego murieron Marucha y Dennis, el padre de Robert. Luego nos dejaron Gonzalo Medina y mi hermana Cristina, una entusiasta miembro del grupo.
De aquella maravillosa Valencia solo me quedan los amables recuerdos. Y de esos recuerdos, hay pocos tan amables como ese de haber visto la evolución de Walter Arp de muchacho a gran artista. Sus lienzos hoy son invalorables, tanto por razones puramente artísticas como por razones sentimentales.
No dudo que quien camine por la selva húmeda de Rancho Grande puede sentir la presencia de dos grandes venezolanos a quienes tuve el privilegio de conocer y disfrutar de su amistad: Walter Arp y Gonzalo Medina.
La Venezuela grande y hermosa está hecha de estos hombres .

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