domingo, 28 de abril de 2013

La diáspora: un proceso ganar ganar


 

Para mis hijos y nietos, los emigrantes

El viernes pasado estuve en una conferencia de la Universidad de Maryland sobre  lo que pudiera llamarse el poder transformador de la diáspora, tanto para quien se ausenta como para  los países receptores y los paises de origen. El poder de la diáspora en los países receptores es evidente. El 50 por ciento de los PhD’s  en los Estados Unidos nació en otros países.  Por ejemplo, hay unos 300.000 venezolanos viviendo en los Estados Unidos y esta  colonia venezolana  es una de las más calificadas desde el punto de vista académico,  ya que un 60 por ciento tienen grados y hasta post grados universitarios. Un venezolano es el nuevo presidente de MIT y varios venezolanos son profesores de Harvard, para hablar de dos de las más insignes universidades de USA. En Canadá hay miles de venezolanos quienes le han dado un gran impulso a la industria petolera de ese país. En Colombia puede decirse que los venezolanos han ayudado a colocar al país en las grandes ligas del sector petrolero. Por supuesto, el impacto de las diásporas es aun más impresionante en casos como la India, China o los países africanos. En la audiencia de esta conferencia, un buen 70 por ciento eran miembros de alguna diáspora. Sobre todo me impresionaron mucho y bien los africanos. Quienes hablaron evidenciaron un alo nivel intelectual. Los hindúes, por supuesto, son brillantes. Y los orientales, menos extrovertidos que los hindúes,  son intelectualmente extraordinarios, siempre y cuando no estén al volante de  un auto.

 El inmenso proceso migratorio inter-países involucra a millones de personas y se  asemeja  a  las grandes migraciones del caribú de Alaska o de los búfalos y las zebras en el Serengetti, pues obedece a razones no muy diferentes. Los individuos salen de sus países buscando una mejor calidad de vida. Van de las zonas de mayor presión social  hacia zonas de menor presión, casi como obedeciendo las leyes de lo que pudiera llamarse una  termodinámica social. La búsqueda de una mejor manera de vivir es la motivación esencial. Pero en casos como el venezolano o como las grandes migraciones europeas del siglo pasado, hay un importante componente idealista que pertenece al campo de los valores. Como por ejemplo, el escapar de un sistema autoritario, represivo, que viole los principios y los valores que el individuo ha sostenido durante toda su vida.

Quien gana y quien pierde? Para empezar, creo que los individuos ganan de manera abrumadora. Aun cuando encuentren dificultades iniciales,  eventualmente adquieren niveles superiores de calidad de vida. Quienes se escapan a un sistema politico inaceptable comienzan a disfrutar de la libertad y de la armonía social del nuevo sitio, casi desde el primer día. Si yo me hubiera quedado en Venezuela ya estaría muerto,  porque cada día debía enfrentarme con una realidad que violaba todos mis valores y deseos de ver un mejor país. La suciedad, los atracos y los atraques, los cortes de luz, los  lánguidos vegetales en  estantes semi-desiertos, las cadenas, el angustioso proceso de cambiar un cheque en el banco o de ir a una oficina de gobierno, las actuaciones del régimen forajido,  todo ello me hacía la vida insoportable. En el país que me ha recibido he logrado la tranquilidad, he tenido oportunidades que ya no tenía en Venezuela para tener algun ingreso a mi edad y he logrado el  disfrute de un buen órden social y de una vida civilizada. 

También gana el país receptor de manera abrumadora. Los cerebros que llegan son una inyección de talento vigorizadora para una sociedad que puede ponerlos a trabajar dentro de un sistema organizado. Si el venezolano presidente de MIT se hubiera quedado en Venezuela sería un profesor de la Universidad de Carabobo, lo cual es perfectamente respetable, pero probablemente no le pagarían religiosamente su quincena y ello le restaría tranquilidad para su trabajo intelectual. Puede ser feliz en Venezuela  un experto en Derechos Humanos, sabiendo que el ministro de prisiones es Iris Varela?  O un economista cuando el ministro de finanzas es Jorge Giordani? O un politólogo viviendo en un país que tenga a Nicolás Maduro de presidente? No, mil veces no, a menos que hayan sufrido una inversión perversa de los valores.

Esto me lleva a pensar que la diáspora no es necesariamente perniciosa para el país que pierde el cerebro. Porque resulta que un cerebro que se quede en un país como el nuestro, no puede desarrollar su potencial porque no encuentra un ambiente propicio y una masa crítica de colegas que le permitan trabajar armoniosamente en conjunto. Y porque ese cerebro, una vez que cambien las condiciones políticas en el país de origen, puede regresar mejorado, con ideas modernas y un nuevo enfoque de su tarea en la sociedad. El riesgo es que no regrese y ese es un riesgo real si pasa de un cierto número de años afuera. Quienes lleven 10 o más años fuera de Venezuela podrían no regresar, porque han experimentado un proceso importante de trancuslturización que los hace pensar más en desayunar con los bagels estadounidenses o  los churros españoles que con las arepas , o que ya han dejado de pensar en la arepa como única alternativa ( o, como ya es el caso en USA, pueden conseguir la harina pan más barata  en ese país que en Venezuela).  

 Pero el caso de otras diasporas es diferente. En el caso africano, por ejemplo, muchos emigrantes comienzan a invertir su dinero en el país de origen sin tener que regresar a vivir en él. Lo hacen porque conocen el ambiente y tienen contactos, porque quieren ayudar al país, porque eso les da prestancia social, eso de irse como un pelagatos y regresar como un potentado (quien no recuerda la zarzuela “Los Gavilanes”?) . Entonces la diáspora se puede convertir en un motor de progreso para el país de origen. O como es el caso de las remesas para países como Cuba, El Salvador y Bolivia, países de los cuales mucha de la población parece que se ha ido pero que contribuye a crear una clase media desde el exterior.  

En última instancia, más allá de las consideraciones económicas ,  el ser humano siempre buscará la libertad y  la felicidad, como las plantas buscan la luz. Apelará entonces a la ilusion de la diáspora, y digo ilusión porque el planeta es uno solo y somos, esencialmente,  ciudadanos del mundo. La época de las diásporas inter-planetarias aun no ha llegado.

 

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me largué por mis hijos, sabía que ellos no podrían jamás vivir la Venezuela que yo viví. En esta versión roja de ahora, lo más probable es que tuvieran que pasar mucho trabajo con la inseguridad y hasta con ir a abastecerse para comer (tan solo ir a un abasto para no encontrar carne y pollo era suficiente razón). Yo no quería eso para mis hijos.

Un pedazo de apartamento de 80 metros en una zona clase media cuesta mil seiscientos millones de bolívares. Nadie alquila porque si se te mete el inquilino no lo sacas. Y tengo el caso cercano de un amigo que alquiló su apartamento en 2003 y ya hoy son 10 años en que esa gente no se lo quiere devolver y no le pagan absolutamente nada (0 mensual) porque "el burgués los explota".

El mejor día de mi vida fue cuando me fui de esa vaina.

Anónimo dijo...

Si la diáspora... la solución es irse del país mientras los que menos tienen se quedan aquí aguantando la vaina. Por eso estamos como estamos... Los que tienen mucho cerebro demuestra que son lo que tienen menos cojones.